El León y El Ratón

El león y el ratón. Un ratoncito corría a toda prisa por la llanura ¿cuánto se había alejado de casa?. Al parecer faltaba mucho para llegar. Y como era muy pequeño, no podía ver entre las altas hierbas del pastizal. Fue entonces cuando encontró una colina cuyos pastizales no eran tan altos. Corrió a la cima y saltó una, otra y otra vez hasta ver donde se encontraba y hallar el camino de regreso a casa. Luego comenzó a bajar de la colina muy contento cuando se dio cuenta de que la colina tenía una boca enorme, unos dientes afilados y unas garras gigantes, y se estaba abalanzado sobre él. Un león! Era un león que se había despertado al sentir que algo le hacía cosquillas. Estaba a punto de dar fin al cosquilleo con sus garras, pero se dio cuenta de que el cosquilleo le producía un molesto ratón. Por favor, honorable señor León! Chilló el ratón. No me coma. No vale la pena, pues soy demasiado pequeño. Además, no era mi intención molestarlo. El león tomó al ratón en sus garras y se relamió. Por favor! Dijo el ratón con su voz temblorosa. Tenga piedad. Si me deja ir, le prometo que le regresaré el favor tú a mí. Rió. Tus tonterías me causan gracia continuó riendo. Aún así, el león le perdonó la vida al ratón.

Pasaron varias semanas hasta que el león se olvidó del ratón. En ocasiones dormía bajo el sol y en otras caminaba lentamente hasta el abrevadero. Esto hacía que los demás animales huyeran y buscaran refugio. A veces devoraba criaturas pequeñas que no lograban escapar y otras veces se daba un banquete con un antílope. Un día, cuando el león iba caminando, zas! Cayó en una red desde un árbol y lo inmovilizó. Unos cazadores salieron de su escondite y lo encerraron en la red. El león rugió, gruñó, se sacudió y luchó. Pero la red era demasiado resistente. Estaba atrapado. Los cazadores rieron y aplaudieron. Somos más listos que él! Dijeron. Su fuerza y su fiereza no le sirven de nada. Traigamos el auto y subámoslo después de atarlo con firmeza. Se fueron del lugar. El león dejó de luchar. No tenía escapatoria. Estaba condenado. Sintió un cosquilleo bajo su pata. Qué desgracia! Sus últimas horas las iba a pasar atormentado por el cosquilleo. En ese momento escuchó una vocecita. Era el ratón. Quieto! Chilló. Voy a cortar la red con mis dientes y rollo con todas sus fuerzas, una a una. Rompió las sogas hasta que la red se deshizo. Lo ve? Dijo. Prometí que le devolvería el favor. Cuando los cazadores fueron a buscarlo, el león estaba libre. Y todo gracias al ratón. Fin.